Con nuestras actuaciones realizadas mediante la poda de formación durante los primeros años de la vida de los árboles, modificamos la forma natural de su vegetación, vigorizando o restringiendo el desarrollo de las ramas con la finalidad de darles forma y conseguir la máxima productividad.

Si el crecimiento de la plantación es vigoroso, al segundo o tercer año, una vez que los árboles nos han dado las primeras aceitunas, es el momento de realizar alguna intervención de poda que organice la copa del árbol y seleccione las futuras ramas principales, siempre con actuaciones de moderada intensidad. Esta es la forma de actuar, avalada por multitud de actuaciones en campo, y a veces no comprendida y seguida por los olivareros.

Estamos cuidadosos evitando podas de formación que al eliminar una parte importante del árbol ocasionen un desequilibrio en la relación hoja/raíz, debilitando la planta, disminuyendo su crecimiento y retrasando la entrada en producción. En olivos jóvenes se deben quitar las varetas o brotaciones adventicias de los troncos cuando estén aún poco desarrolladas y no se hayan lignificado.